No son solamente en el escenario las peleas de los soldaditos con el personaje titular del aplaudido ballet “Cascanueces”. Un comentario desafortunado sobre el físico de una bailarina principal del New York City Ballet, aparecido en el “NYTimes” del 29 de noviembre, ha provocado un alboroto de notables proporciones, en el que han tomado parte la propia bailarina, otros comentaristas, y los balletómanos.
Nos referimos a la gustada pieza navideña de George Balanchine, que ocupa todo el mes de diciembre en el teatro Koch del Lincoln Center de Nueva York, producción considerada el “cash cow” (vaca sagrada) de la compañía. El éxito monetario de las presentaciones le ha ganado ese titulo, ya que asegura que la compañía continuará su camino sin interrupciones durante el año.
El primer día que subió a la escena la gustada pieza, Alistair Macaulay, respetado crítico del Times, hizo un largo comentario (como es su costumbre) de la obra, señalando con mordaz ironía, que Jenifer Ringer, intérprete del Sugar Plum Fairy (Hada Garapiñada) en esa ocasión, “había comido demasiadas confituras”.
Muy pocas veces los bailarines (hombres o mujeres) tercian en lo que un crítico de danza ha escrito sobre sus interpretaciones. Muchos de ellos han declarado que, para no deprimirse, nunca leen las críticas. No obstante, esta vez la encantadora Ringer optó por hacerlo, apareciendo en el show mañanero de la T.V. nacional, “Today” (13 de diciembre) para decir que no desea disculpas del crítico, aunque el comentario la hizo sentir mal. Yahoo expondría el suceso en su página cibernética Lookout, del mismo día, motivando infinidad de misivas del público, que en términos airados defendió a la gentil bailarina. Un reportaje del New York Post del 14 de diciembre, firmado por David K. LI, fue más lejos al usar la odiada palabra, explicando que la bailarina había sido llamada simplemente “gorda”.
El crítico Macaulay, bien conocedor del arte que comenta con agresiva pluma, se ha dedicado en este mes de diciembre a visitar teatros de diferentes estados que presentan la producción de “Cascanueces”, en infinidad de coreografías diferentes. Aunque a juzgar por sus usuales notas en el Times a través del tiempo, no hay lugar a dudas que su coreógrafo preferido, del pasado, presente y futuro –sin rival, para ser más explícitas– es el ya desaparecido Balanchine.
No creo que el suceso vaya más lejos. En fin de cuentas es un poco de publicidad, que viene bien tanto a la bailarina como al crítico. Aquí cabe recordar las palabras de un famoso magnate de la T.V. cubana, Gaspar Pumarejo, cuando afirmaba, una y otra vez que, “habla bien, o habla mal, pero habla de mí que me conviene”.
Lamentablemente, en sus usuales críticas, Macaulay usa términos que a veces rayan en lo irónicamente mordaz y hasta desagradable. ¿Acaso su alta posición lo auto riza a escribir lo que algunos lectores califican de imperdonables desmanes? La historia cuenta que mayores torres se han caído. Está por ver si muy pronto ocurrirá una sustitución en el departamento de critica de ballet del combativo, si bien conocido diario neoyorquino.