Siempre con la música del conjunto sueco Flesquartet (que supuestamente debió viajar para acompañar el estreno en vivo), que lo hizo para Ek en la creación parisina de “El apartamento”, originalmente estructurada en 11 secciones; “Casi casa” recrea de manera minimalista el interior de una casa, a partir de tres puntos focales en la escena, marcados por una cocina con horno, una puerta y un butacón tipo “chaise-longue”, todos de color blanco, los cuales sirven de pivotes a las evoluciones de los bailarines, y de soportes a su expresión corporal definida por una clara dramaturgia. Según Ek, son los cuerpos los que deben transmitir el drama, y así es, estos estupendos danzantes son capaces de comunicar las sutilezas y ambigüedades de las complejas intenciones de este ecléctico coreógrafo, quien exhibe un pronunciado sentido por el absurdo y el humor negro, a veces hasta macabro (p.e., un bebé sale carbonizado del horno de la cocina).
Para conseguir esto, Ek echa mano de todas las técnicas o estilos que sean de utilidad, como del ballet, de la danza moderna, del contact, de la danza-teatro, del post-modern y el folklore (p.e., en la deslumbrante sección de las aspiradoras incluye exclamaciones groseras de los bailarines), sin menoscabo de su poder comunicativo y creativo.
Mats Ek, a partir de la artificialidad, logra crear un sentido de la vida cotidiana, y al establecer un intercambio entre el arte y la vida provoca el diálogo entre artistas y los avezados espectadores locales. Antes del estreno, el propio Ek confesó que se sintió muy estimulado al trabajar con esta agrupación, la cual muestra una particular contemporaneidad, al combinar la tradición cultural caribeña con los elementos de la danza moderna de los años 40, 50 y 60, con lo que hacen, en el presente, las vanguardias europeas.
Es evidente que el invitado sueco se vio beneficiado por la entrega de los once brillantes bailarines, en dos elencos alternantes, que fueron puestos a su disposición. Igualmente es necesario señalar la eficacia de los diseños de los figurines por Katrin Brannstrom y el diseño de luces de Eric Berglundm, realizados heroicamente por Pekka, en la Sala Lorca (¡cuántas limitaciones de recursos tuvo que vencer en el barroco coliseo capitalino!).
La pieza cubana de la noche, “Mambo 3XXI” (tercer milenio siglo XXI, desveló el propio autor), es la creación más riesgosa de George Céspedes hasta la fecha.
Desde el punto de vista del público, a juzgar por la cálida recepción conseguida, salió airoso, en fin con éxito, y eso se debe al virtuosismo de sus 22 bailarines, en un alto porcentaje.
No obstante, Céspedes fue desigual en el nivel de elaboración estructural y de vocabulario técnico a lo largo de la pieza de poco más de media hora. Es de justeza señalar que disfrutamos y aplaudimos momentos logrados –en parte debido a la elección inteligente de los soportes musicales–, en las secciones donde se imbrican los dúos, particularmente en los audaces intercambios con evidente diversidad sexual (homo, bi o heterosexual), que intentan reflejar las imágenes provocadas por el texto de amores y desamores de un muy popular bolero cantado por el inolvidable Benny Moré.
Este joven coreautor, sin embargo, no mostró un verdadero despunte hacia la madurez, en cuanto a los diseños espaciales escénicos con los conjuntos de cuerpo de baile, si bien hubo guiños “artificiosos y reiterados” que evocan las rutinas de los bailables en los “shows” televisivos, y como una “reconciliación” confesada con respecto a Dámaso Pérez Prado, creador del popular ritmo tradicional cubano.